LA NOVENA
SINFONÍA DE BEETHOVEN ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN
AUTOR: ASIER PÉREZ RIOBELLO
1. INTRODUCCIÓN.
Es cierto que a la sinfonía, como forma musical consagrada, se le puede poner
fecha de nacimiento; sin embargo este dato nos sería prácticamente inútil pues en música, como en todo género artístico, las cosas no suceden de la noche a la mañana.
También es cierto que podríamos
señalar –y con éxito– a su creador, pero de nuevo
resulta que esto no nos diría nada relevante acerca
de la importancia que tiene la
sinfonía dentro de la música.
Ambos detalles no son de vital importancia, ¿de qué me sirve
conocer la fecha de creación
de la primera sinfonía de Haydn si no sé qué es una
sonata? La sinfonía nació en el siglo
XVIII, pero llevaba por lo menos
un
siglo
gestándose; su “padre” es Haydn, pero compositores como Albinoni, Corelli,
Vivaldi, Bach, etc., fueron decisivos para la aparición de esta nueva forma musical. Si vamos a
hablar de una sinfonía en concreto, es aconsejable
preparar el terreno,
pues no se entiende la sinfonía “coral”
de
Beethoven
sin
echar
un
vistazo
a
varias
formas
musicales previas; no se entiende
a su autor sin conocer mínimamente a Haydn o Mozart.
Antes de empezar
con las fechas
y datos precisos, es necesario
plantearse dos preguntas: qué es una sinfonía y quién fue Beethoven.
1.1. ¿QUÉ ES UNA SINFONÍA?
La sinfonía
es en música
lo mismo que la novela en literatura. En el caso de la primera, que es lo que aquí nos ocupa, significa la culminación de un proceso musical de tradición occidental denominado
“contrapunto”. Como composición de éxito, es decir
con reconocimiento entre compositores y público, surge a principios del siglo XVIII
de la mano de Haydn. Generalmente está estructurada en 3 ó 4
partes denominadas movimientos organizados según la forma musical
sonata. Es necesario conocer qué es
eso que llamamos “contrapunto”, así como varias formas musicales propias
del siglo XVI y XVII
anteriores a la sinfonía, pero cruciales para la posterior aparición de ésta.
- Contrapunto: La melodía representa la dimensión lineal de la música; la armonía
es su dimensión
vertical.
Cuando
una
melodía es entonada por una
sola
voz
o
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instrumento se denomina música monódica; cuando esa melodía
se
apoya
en
un
acompañamiento de acordes
se produce la combinación de las dos dimensiones, y se
denomina música homofónica. Pero al combinar varias líneas melódicas
surge la música polifónica o contrapuntística.
Los principios técnicos
básicos del contrapunto son:
a) Interés melódico e independencia: Es el empleo de una frase reconocible a la que sigue una imitación en una voz distinta a la
original.
b) Interés
rítmico: Elemento de marcada independencia en cada una de las voces.
El ritmo es tan importante, que muchas veces la imitación
del tema principal
–lo que sería un actante en el
análisis textual– es a menudo más
rítmica que melódica.
c) Función
del bajo como base de los acordes:
Cuanto más complicada es la textura de una
pieza contrapuntística, más simple es
la base de sus acordes.
- Canon: Es la forma más estricta de imitación contrapuntística. Su principio consiste en la repetición fiel y exacta del tema fundamental por otra voz o voces que
le siguen. El número de repeticiones es libre. Hubo una época en que el canon gozó de una gran popularidad, sobre todo
en
Inglaterra
durante
el
siglo
XVII.
Hoy
día
raramente suele aparecer
en piezas de concierto,
no así curiosamente en la música
popular, donde
aún tiene un papel bastante notable.
- Fuga: Tal vez sea la manifestación técnica y artística
más madura dentro de la
tradición contrapuntística. El problema es que no hay dos fugas que sigan un patrón
estructural idéntico, siempre
vamos a encontrar diferencias sumamente importantes,
de ahí que muchos musicólogos prefieran hablar de “procedimiento fugal”. Quizá sería mejor, al escuchar una fuga, sustituir
la palabra forma por la de textura; de cualquier manera en
toda fuga podemos distinguir claramente varias secciones:
a) Exposición: Primera parte de la fuga,
donde el tema se expone
una o varias veces en cada una de las
voces que intervienen.
b) Sección
media: Tiene lugar a continuación de la exposición
del tema principal y en ella se introducen varios episodios de gran riqueza modulatoria: tonalidad relativa,
de subdominante
o
de
dominante.
Es
frecuente
además
el
uso
de
pausas
con
el
propósito de hacer más atractiva la aparición reiterada del tema musical.
c) Sección
final: Generalmente comienza
cundo el tema principal vuelve
a la tonalidad inicial de la
fuga, entonces entra el final musical, la coda.
Así como el canon fue relativamente olvidado, sobre todo a partir de finales del siglo
XVIII, con la fuga sucedió
todo lo contrario. Muchos compositores la cultivaron
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como pieza independiente (sobre todo Bach, en su ya imprescindible “Tocata y fuga en re menor”) o integrándola en formas musicales más complejas, como la sonata o la sinfonía.
- Sonata: Llegamos al primer punto clave de este acercamiento al género musical, pues el denominado período
clásico, el formado principalmente por Haydn, Mozart
y Beethoven, lleva grabado
con fuerza el sello de la forma
sonata. Fueron ellos
los que más la cultivaron hasta prácticamente diluirla en favor de otras formas
musicales entonces emergentes.
La forma
sonata consta de tres divisiones básicas:
a) Exposición: Es la presentación del tema principal o sujeto; se divide en dos
grupos, caracterizados como masculino y femenino. El primer grupo
consta de una melodía corta y concisa
de interés rítmico marcado;
el segundo grupo, el “femenino”,
suele ser más lírico y suele hallarse además
en una tonalidad diferente.
b) Desarrollo: El tema antes expuesto alcanza su clímax. El oyente se familiariza
con lo que puede denominarse “conflicto dramático”, expresado a través de varios
recursos musicales como el empleo de la modulación, el uso de cadencias imperfectas, la tensión dinámica, etc.
c) Recapitulación: Es la última sección, donde se repite el tema principal
esta vez
modificado técnica y emocionalmente. La variación más importante la encontramos en el tema que antes hemos denominado “femenino”, pues ahora vamos a encontrarlo en la tonalidad de la tónica.
Además
aquí,
como
sucedía
en
la
fuga,
el
conjunto
suele
finalizar con una coda.
En general, la denominación “sonata”
se refiere a una composición instrumental
que consta de varios movimientos para uno o más instrumentos, donde a su vez uno o
más movimientos están escritos en forma sonata.
Dicho movimiento suele
ser con frecuencia el primero, lo que a menudo hace que se califique equívocamente a la sonata como “forma de primer movimiento”.
Pero entonces, ¿qué es una sinfonía? La respuesta es bien sencilla, no es más que
la adaptación a orquesta completa
de la forma sonata.
Decíamos al inicio
de este apartado que la sinfonía
–y la sonata– se estructura en tres o cuatro movimientos. Este podría ser el aspecto
que tendría una sinfonía común.
a) Primer
movimiento: Forma sonata.
b) Segundo
movimiento: Forma ternaria,
escrita siguiendo el patrón de la sonata o sobre todo como un conjunto de
variaciones.
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c) Tercer
movimiento: Puede ser un Minueto o un Scherzo. Será
Beethoven el que opte por la segunda opción, pero
el
asunto
del
tercer
movimiento
merece
ser
desarrollado de forma
más completa posteriormente. En cualquier caso ambos suelen seguir la estructura A-B-A.
d) Cuarto movimiento: Forma sonata aunque de manera más libre, añadiendo
una
serie de variaciones
denominadas “rondó”.
La sonata fue creada
en el siglo XVII y cultivada
sobre todo por Bach. La sinfonía ya es posterior, aunque durante el barroco musical
ya se utilizaba la palabra sinfonía, pero únicamente para denominar a cualquier conjunto orquestal que funcionara a modo
de obertura de alguna suite, misa u oratorio. Es Haydn el que
cultiva ya la sinfonía tal y como se entiende
hoy día. Posteriormente será Mozart el que desarrolle esquemas similares,
hasta
llegar
por
fin
Beethoven,
con
quien
la
sinfonía se desarrolla rápidamente diluyendo los cánones vigentes
para entrar en el
romanticismo musical.
1.2 ¿QUIÉN FUE BEETHOVEN?
Así como a finales del barroco musical todo parece estar dominado por Bach, en
el clasicismo ocurre lo mismo con Beethoven. Muy pocos músicos
renovaron tanto las corrientes artísticas del momento,
creando un estilo
nuevo y fértil;
tanto es así, que
habrá que esperar a que lleguen
Bruckner
y Mahler
para encontrar otra manera de entender la sinfonía, y eso sucede
casi cincuenta años después de la muerte de
Beethoven. Cabe puntualizar que renovar no quiere decir olvidar todo lo recorrido previamente. Por mucho que uno se proponga crear
algo nuevo debe partir
de algún sitio, debe estudiar a los grandes
compositores del barroco,
y eso fue lo que hizo
Beethoven en sus primeros años como estudiante. Nunca negó que en su juventud
había recorrido ávidamente piezas y comentarios de Bach, Vivaldi o Corelli.
Ludwig Van Beethoven nació el 16 de diciembre
de 1770 en Bonn, y murió el 26 de marzo
de 1827 en Viena. Fue hijo y nieto de músicos, por lo que su padre, Johann, le inició
en este arte. Por aquel entonces Mozart causaba
asombro desde temprana
edad por toda Europa, pero no más que su
padre, Leopold, el cual había instruido al niño
prodigio. Al padre de Beethoven, Johann, le fascinaba
el magisterio tan fructífero de Leopold e intentó hacer lo mismo con su hijo. Pero Beethoven aprendía más despacio que Mozart y eso exasperaba a Johann enormemente; aun así, el joven
músico
era
presentado a concursos públicos ocultando su verdadera edad para que su
interpretación causara más asombro.
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Beethoven no tuvo una infancia feliz, eran frecuentes
las palizas que le propinaba su padre cuando éste le oía improvisar
ante el clavicordio. Sin embargo, la disposición que sentía por la música
era tan fuerte que supo obviar
todo este clima
sin duda nefasto para el desarrollo de su potencial musical. Gracias a un músico
llamado C. G. Neefe, quien publicó sus primeras obras durante 1782, Beethoven entró a formar parte del teatro de la corte
en calidad de ayudante, asistiendo a numerosos ensayos de las óperas que allí se
representaban.
En 1784 Maximilian Franz, príncipe elector,
le nombró organista
de su Capilla con
un sueldo de 150 florines anuales, a lo que siguió un viaje a Viena
con sólo 16 años. Este viaje fue sumamente
importante para él, allí conoció
a numerosos compositores pero, sobre todo, conoció
la música de Mozart. Este detalle
no debe sorprendernos, pues a pesar
de que la figura de Mozart había sido perjudicial para él durante
su infancia, Beethoven siempre admiró la música del austriaco
enormemente, llegando a componer
él mismo las cadencias de los últimos conciertos para piano de Mozart.
Los problemas
familiares (muerte de sus padres),
no desalientan a Beethoven,
que compone su primera obra importante,
la
“Cantata a la muerte
de José II”. Además, comienza
a
dar
clases
con
Haydn,
el
gran
compositor
del
momento.
La
relación de Haydn con Beethoven no fue precisamente tranquila. F. J. Haydn
era el gran padre del clasicismo musical, empleado de la gran familia de los Esterházy. Aceptó bajo su magisterio
al joven Beethoven, pero éste no era un alumno nada dócil;
estudiaba a Bach, pero se resistía a componer como él. Haydn se esforzaba por hacerle comprender la música del momento pero Beethoven
no le escuchaba, y cuando el
maestro le preguntaba
por qué quería entonces estudiar a los grandes
compositores del barroco, Beethoven respondía: “para componer
al revés que ellos”. Así estuvieron
varios años, hasta que la relación de ambos
se
rompió
cuando
Haydn
obligó
a
Beethoven a presentarse en público vestido
con
la
librea
de
los
Esterházy
y
anunciándose como “L.V. Beethoven, alumno de
Haydn”. Aun así, Beethoven siempre guardó un buen recuerdo del que sin duda fue su primera
influencia.
En 1792 encuentra por fin su estabilidad como compositor y, sobre todo, como
pianista. Pocos años después, Beethoven era ya requerido para tocar ante celebridades, como por ejemplo
el rey Federico Guillermo
II. Por fin en 1800 da su primer
concierto, pero poco después empezaron sus problemas de oído, algo que sin duda frenó la vertiginosa
velocidad
con
la
que
se
introducía en
el mundo
de la interpretación. Aquí comienzan las angustias de un Beethoven
que parecía consumirse como persona, al tiempo que se consolidaba como
compositor. Se estaba
quedando sordo.
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